martes, 17 de enero de 2012

Friné, nuda veritas

El asunto de la belleza para los griegos no era un tema banal, y excedía en mucho el restringido concepto sensualista que hoy prima en la cuestión. Los pitagóricos enseñaban que la belleza dependía de la proporción, y que por lo tanto en su naturaleza última se escondía el número y la medida, fuente de toda armonía posible. Esta concepción pitagórica fue adoptada y enriquecida por Platón, para quien lo bello radicaba en el orden, la proporción, la armonía y la medida. El discípulo de Sócrates, tras largas disquisiciones, llegó a identificar las ideas de lo Bello, lo Bueno y lo Justo; todo lo cual conformaba la Idea Suprema de ese mundo suprasensible del que habla en sus Diálogos.
Un poco más adelante Aristóteles dirá que el arte es mimesis o imitación, es un acto por el cual el artista crea algo que antes no existía, pero lo hace siempre a semejanza de la naturaleza, imitando o completando el trabajo de ésta.
Ahora bien, teniendo como telón de fondo estos conceptos, podemos quizás comprender lo que sucedió allá por el siglo IV a.C. en el Tribunal de los heliastas, ante el cual compareció Friné, rea de impiedad.
Recordemos que en Grecia existía una especie de cortesanas llamadas hetairas, que eran mujeres libres, de inusitada belleza, y que habían sido educadas en variadas artes para deleitar a los que requerían sus servicios, quienes por lo general eran encumbrados hombres de la sociedad griega.   
Friné era la hetaira del escultor Praxíteles, y en ella se había inspirado el refulgente artista para tallar varias estatuas de la divina Afrodita. No tardaron los rumores maledicientes en llegar a oídos de los heliastas, acusando a Friné de impiedad pues, se decía, comparaba la modelo su propia belleza a la de Afrodita.
Contrató Praxísteles al orador Hipérides, quien oficiaba cual abogado defensor (diríamos hoy), exhortando a los jueces para que absolvieran a la joven Friné de tan inmerecida injuria. Durante el alegato de Hipérides, que se esforzaba con denuedo en su retórica, los nomothetas permanecían en gesto draconiano, y en inflexible decisión de condenar sin más trámite a la acusada. Cabe recordar que la pena para el delito de impiedad era la muerte; y ante la inminencia de su nefasto destino, Friné se para en medio de la asamblea y con un solo y pausado movimiento, quita sus gráciles vestidos.
La elocuente desnudez de Friné cautiva a los jueces, más que cualquier otro argumento que hombre alguno haya podido pergeñar. Ellos comprenden que Friné es el retrato vivo de Afrodita, y que una sentencia a muerte constituiría un imperdonable acto de sacrilegio. La belleza de Friné, expuesta sin embozo ante los ojos, es una verdad al desnudo. Y si lo bello y verdadero, es siempre, y al mismo tiempo, bueno y justo, ¿se podía acaso condenarla? En unánime sentencia, los 471 magistrados heliastas dictaron su absolución.  
“Cuando un hombre percibe las bellezas de este mundo, recuerda la Belleza verdadera” había dicho Platón; y ya en su Fedro, como presagio oracular del proceso llevado por los heliastas contra Friné, había sentenciado “aquel que ve un rostro de forma divina, o entrevé, en el cuerpo de alguien, una idea que imita bien a la Belleza, se estremece primero, y le sobreviene luego un temor religioso, después lo venera, al mirarlo, como a una deidad; y si no tuviera miedo de pasar por loco, ofrecería a su amado sacrificios como si fuera la imagen de un dios”.

1 comentario:

  1. El caso de Frine bien puede relacionarse con la reflexion de la poetisa griega Safo quien comparaba la belleza con ''Bondad'' y con la frase del poeta britanico del romanticismo Jhon Keats quien dijo:
    “La belleza es verdad y la verdad belleza, no hace falta saber más que esto en la tierra.”
    teniendo en cuenta estas frases podria decirse que la verdad de su belleza la salvo de semejante acto sacrilego...

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