miércoles, 22 de febrero de 2017

La tentación de Aristóteles




Aristóteles, nacido en Estagira allá por el siglo IV a.C., llevó a su punto cúlmine la filosofía griega. Padre de la Lógica, gran sistematizador del saber de su época, y agudo pensador sobre temas variopintos, Aristóteles fue considerado en el Medioevo como “el Filósofo” por antonomasia. Y fue justamente en el siglo XIII, cuando la teología escolástica hacía descansar las bases de sus dogmas sobre los pilares del aristotelismo, cuando se popularizó una historia curiosa sobre el discípulo de Platón.
      Henry D´Andeli, poeta francés, narra en su Lai d´Aristote la siguiente escena: Aristóteles busca interesar a su pupilo en las lecciones de filosofía que le imparte, mientras éste, que no es otro que Alejandro Magno, se distrae constantemente en los brazos de la bella hetaira Filis. El maestro, fastidiado por la falta de concentración de Alejandro, lo reprende amargamente y lo amonesta para que se aleje de las ligerezas que encuentra en la compañía de Filis.

Filis se entera de los reproches que Aristóteles le dirige a su amado, y trama una venganza indigna. Esa misma tarde, callada y apacible tarde, Filis se puso a bailar en el jardín contiguo a la habitación del sabio, dibujando en la serenidad del vergel movimientos lujuriosos con su cuerpo agraciado. “Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió” dice Baltazar Gracián, y eso lo supo Aristóteles al asomarse a su ventana y contemplar la danza de Filis. El Filósofo cayó presa del ardiente deseo y le ofreció a Filis hacer todo cuanto ella quisiera para obtener a cambio sus favores en las artes de Afrodita.

Filis le asegura que ella también lo desea, pero que antes de consumar el lúbrico encuentro él debía permitirle que lo cabalgue cual corcel, con bridas, espuelas, fusta y todo lo demás. Aristóteles accede al pedido de Filis, y se echa a cuatro patas ahí mismo en el jardín. Mientras Filis cabalga y fustiga al filósofo, sorpresivamente aparece Alejandro; entonces Aristóteles entiende que ha sido víctima de una conjuración aleccionadora. Desde entonces, y avergonzado en su debilidad varonil, ya no volvería a reprender jamás a su alumno por distraer su cabeza de ese modo con Filis o cualquier otra mujer.

Esta es la anécdota extravagante y apócrifa, pero que circulaba de modo prolífico y que era tenida por cierta por quienes la escuchaban en aquel momento tan particular de nuestra historia. Los motivos por los cuales estos versos resultaron tan atractivos al gran público, podríamos buscarlos en el fácil simbolismo que encierra la situación. Aristóteles encarna la sabiduría, la razón, la filosofía, la lógica, el pensamiento, la virtud; Filis es la belleza, la desmesura, la concupiscencia, la impudicia, la irracionalidad, el deseo, lo pecaminosamente carnal. La definición del Hombre como “animal racional” se origina en los pensamientos de Aristóteles; y la supremacía de la Razón por sobre la Voluntad y el deseo fue defendida por todos y cada uno de los filósofos ulteriores. Pero aquí la relación se invierte, y se deja entrever lo que años más tarde afirmarían Schopenhauer y Nietzsche, o Marx y Freud, a saber: El deseo, la voluntad, lo inconsciente, lo dionisíaco, siempre impone su primacía por sobre lo racional.
         Cual exégesis sobre el poema de D´Andeli, encontramos en el Tratado de la naturaleza humana de Hume, las siguientes líneas: “La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas”; con lo que el ilustre Aristóteles fingido por la volátil imaginación medieval, queda no solamente disculpado, sino justificado de modo pleno.