miércoles, 1 de mayo de 2013

Animal laborans


El que no quiera trabajar, que no coma”, es la exhortación draconiana con que el apóstol Pablo se dirige a los cristianos de Tesalónica; ya que no era el caso de andar por ahí incumpliendo las penalidades con que el dios veterotestamentario supo castigar al género humano por haber mordisqueado la manzana del orgullo y la vanidad. Pero en el decurso de lo humano nada es tan simple como pudiera parecer, y desde siempre han existido aquellos individuos más o menos numerosos que ostentaron la inefable cualidad de eludir los rigores del trabajo, traspasando su carga a los ajenos hombros de sus prójimos más desprevenidos.
Claro que estas malabarezcas maniobras de evasión sólo pudieron germinar en un suelo previamente abonado por calculadas ideologías de dominación mercantil. Frases “hipnopédicas” tales como “El trabajo es salud”, o “El trabajo dignifica”, fueron forjadas con el objetivo malicioso de trocar una maldición divina en supuesta bendición, y que a la postre no hacen más que sumir en la miseria a la mayoría de los hombres, a la par que sostienen el despilfarro pasmoso de las clases acomodadas, o “clases ociosas”, como las llamara Thorstein Veblen. Tras estos geniales pases de prestidigitación retórica, masas ingentes de criaturas humanas sacralizan el trabajo, olvidadas para siempre de aquel sermón en las montañas que intentaba redimirnos de las antiguas cadenas adámicas, del modo siguiente: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir”.
Escribo en la esperanza, tal vez demasiado ingenua, de que los ecos de la potente voz del galileo retumben en nosotros cada día, para recordarnos a las aves del cielo y a los lirios del campo, que no siembran ni cosechan, ni trabajan ni hilan, ni se afanan por el día de mañana. Tengamos presente que “No existe mayor equivocación que consumir la mayor parte de la vida en ganarse el sustento”, según supo decirlo en su hora H.D. Thoreau, pues “nada hay más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante trabajar”.

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