Aristóteles,
nacido en Estagira allá por el siglo IV a.C., llevó a su punto cúlmine la
filosofía griega. Padre de la Lógica, gran sistematizador del saber de su
época, y agudo pensador sobre temas variopintos, Aristóteles fue considerado en
el Medioevo como “el Filósofo” por antonomasia. Y fue justamente en el siglo
XIII, cuando la teología escolástica hacía descansar las bases de sus dogmas
sobre los pilares del aristotelismo, cuando se popularizó una historia curiosa
sobre el discípulo de Platón.
Filis se entera
de los reproches que Aristóteles le dirige a su amado, y trama una venganza
indigna. Esa misma tarde, callada y apacible tarde, Filis se puso a bailar en
el jardín contiguo a la habitación del sabio, dibujando en la serenidad del vergel
movimientos lujuriosos con su cuerpo agraciado. “Cuando los ojos ven lo que
nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió” dice Baltazar Gracián, y eso
lo supo Aristóteles al asomarse a su ventana y contemplar la danza de Filis. El
Filósofo cayó presa del ardiente deseo y le ofreció a Filis hacer todo cuanto
ella quisiera para obtener a cambio sus favores en las artes de Afrodita.
Filis le asegura
que ella también lo desea, pero que antes de consumar el lúbrico encuentro él
debía permitirle que lo cabalgue cual corcel, con bridas, espuelas, fusta y
todo lo demás. Aristóteles accede al pedido de Filis, y se echa a cuatro patas
ahí mismo en el jardín. Mientras Filis cabalga y fustiga al filósofo, sorpresivamente
aparece Alejandro; entonces Aristóteles entiende que ha sido víctima de una
conjuración aleccionadora. Desde entonces, y avergonzado en su debilidad
varonil, ya no volvería a reprender jamás a su alumno por distraer su cabeza de
ese modo con Filis o cualquier otra mujer.
Esta es la anécdota
extravagante y apócrifa, pero que circulaba de modo prolífico y que era tenida
por cierta por quienes la escuchaban en aquel momento tan particular de nuestra
historia. Los motivos por los cuales estos versos resultaron tan atractivos al gran
público, podríamos buscarlos en el fácil simbolismo que encierra la situación.
Aristóteles encarna la sabiduría, la razón, la filosofía, la lógica, el
pensamiento, la virtud; Filis es la belleza, la desmesura, la concupiscencia,
la impudicia, la irracionalidad, el deseo, lo pecaminosamente carnal. La definición
del Hombre como “animal racional” se origina en los pensamientos de Aristóteles;
y la supremacía de la Razón por sobre la Voluntad y el deseo fue defendida por
todos y cada uno de los filósofos ulteriores. Pero aquí la relación se
invierte, y se deja entrever lo que años más tarde afirmarían Schopenhauer y
Nietzsche, o Marx y Freud, a saber: El deseo, la voluntad, lo inconsciente, lo
dionisíaco, siempre impone su primacía por sobre lo racional.
Cual exégesis sobre el poema de D´Andeli,
encontramos en el Tratado de la
naturaleza humana de Hume, las siguientes líneas: “La razón es, y sólo debe
ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de
servirlas y obedecerlas”; con lo que el ilustre Aristóteles fingido por la volátil
imaginación medieval, queda no solamente disculpado, sino justificado de modo
pleno.