“Dicen que aquel que bebe, por siempre se condena.
Si es cierto que al que gusta del placer y del vino
condenan al Infierno, has de encontrar un día
el Edén liso como la palma de la mano.”
(Omar Kheyyam)
Si el infierno es
similar para todas las culturas (lugar de sufrimientos más o menos mitigados o
cruentos), de su contraparte no puede decirse lo mismo, ya que hay tantos Paraísos
como creyentes sobre el mundo.
El Valhalla de los nórdicos es el lugar al que son
conducidos los guerreros caídos en batalla, guiados por las hermosas Walkirias
de rojizos cabellos. Allí son bien recibidos por un dios poeta, y se
entretienen en festines en los que jamás escasean el hidromiel, los jabalíes
asados y las frutas exóticas. Antes y después, los valientes aliados de Odín se
la pasan guerreando entre sí, preparándose de ese modo para el Ragnarok.
En los Campos Elíseos los héroes y sabios griegos
disfrutan dichosos de largas caminatas por verdes prados salpicados de
coloridas flores. Allí charlan amenamente sobre el decurso de los asuntos
humanos, entre árboles frutales y ríos de miel y leche. Tampoco faltan los
ricos banquetes en el cielo musulmán, en el que setenta y cinco huríes de
bellos ojos aguardan a cada uno de los muertos muslimes, para regalarles
eternidades de sensuales disfrutes (Bendito sea Allah en su grandeza, y que la
gracia sea con el Profeta Muhammad).
En el cristianismo, luego de rechazar la teoría de la
apocatástasis propuesta por Orígenes, los santos padres de la Iglesia
discutieron frenéticamente intentando develar la siguiente pregunta: "¿En qué
consiste el Paraíso?" Tras siglos de debates meticulosos, y entrada ya la era
tomista, los popes del cristianismo lograron acordar que el Cielo debía
consistir en el mayor bien imaginable. Difícil es explicar en pocas líneas
porqué, pero les pareció a éstos que el súmmum
bonum sólo podría lograrse en la eterna contemplación de Dios, hecho al que
denominaron “visión beatífica”.
El Cielo cristiano, más que un lugar, es la
plenitud de comunión con Dios en un
estado supremo y definitivo de dicha; pero en el que no habrá, según lo dice el
catecismo, ni grandes y eternos festines, ni charlas amenas, ni huríes de
grandes ojos, ni reencuentros con amigos o parientes. (Podría uno preguntarse
entonces, sin ofender al catecismo, cómo podrá cumplir Jesús la promesa que
recuerda Lucas en su evangelio allá por el capítulo 22, versículo 30, sin
contradecir a tanto Concilio).
El presbítero Antonio Orozco Delclós en su escrito ¿Cómo será la eternidad? afirma que “A
gentes poco ilustradas se les puede antojar algo monótono pasar la eternidad
contemplando –simplemente contemplando– a Dios”. Y la verdad que, visto así, me
declaró gente poco ilustrada, y reconozco que me sería monótono pasar la
eternidad simplemente contemplando algo, lo que fuera que sea. Monseñor Alonso
del Portillo resulta aún más lapidario cuando sostiene que “Cuando demos el
gran salto, Dios nos esperará para darnos un abrazo bien fuerte, para que
contemplemos su rostro para siempre, para siempre, para siempre”. Como si un
solo “para siempre” no bastara para torturar al intelecto.
Lo dicho al comienzo se sostiene, hay tantos cielos
como gentes; y si me es dado elegir alguno, me plegaría sin el menor atisbo de
duda alguna a lo que cantan los siguientes versos del poeta amigo que nos viene
acompañando, pues no cabe cielo mejor que me satisfaga más:
“Unas gotas de
vino del color del rubí,
un pedazo de pan,
un buen libro de versos
y tú, en un
solitario lugar, son más valiosos
para mí que
todos los reinos de los sultanes”
Muy interesante entrada. Quizás te interese una entrada de mi blog en la que escribo algo bastante relacionado con todo esto: http://quevidaesta2010.blogspot.com.es/2010/07/diario-de-un-pesimista.html
ResponderEliminarLo dicho: buena entrada, y buen blog.
Un saludo.
Hola, muchas gracias por tus lindas palabras. Leí tu blog y me resultó muy interesante! Además me dejó dando vueltas por varias ideas que me gustaría trabajarlas más adelante. Bienvenido y espero que podamos continuar con el intercambio de pensamientos para construir pequeños instantes de disfrute, por más efímeros que parezcan. Gracias!
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