“Si un caballo se tiende en la calle, ¿cuál es el
motivo?” Esa fue la pregunta que Hegel le formuló a Schopenhauer que estaba
siendo examinado para obtener su venia
legendi en la Universidad de Berlín. Corría el año 1820 y Schopenhauer
aspiraba a ser admitido en el claustro docente, para lo cual había elegido defender
en su Disputatio venia legendi las
cuestiones vinculadas a la cuádruple raíz del principio de Razón Suficiente. El
tribunal examinador contaba con la presencia del filósofo estrella del momento,
Friedrich Hegel. Como alumno universitario Schopenhauer había estudiado la
filosofía hegeliana, y no había ahorrado adjetivos descalificadores contra el
autor de la Fenomenología del Espíritu,
por quien sentía un desprecio visceral.
Schopenhauer
acusaba a Hegel de utilizar a propósito un lenguaje oscuro, para enmascarar un
discurso vacío, y fueron tantos los insultos que le destinó que sólo con esas
páginas podría escribirse todo un libro. “Bestia”, “maestro del absurdo”, “desvergonzado,
vulgar, estúpido, ignorante, repugnante y nauseabundo charlatán”, “filosofastro”,
“soplagaitas”, “producto de los despachos ministeriales”, “bufón”, “monstruo
forjador de sinsentidos”, son algunos de los epítetos que forman parte, junto a
un larguísimo etcétera, de las demostraciones del desdén de Schopenhauer hacia
Hegel.
Cuando Schopenhauer
estaba respondiendo la pregunta formulada por Hegel, este último lo interrumpió
para efectuar una objeción que fue contestada por Schopenhauer, y se suscitó así
una pequeña controversia entre ambos, que culminó cuando otro de los miembros del tribunal
examinador intervino para darle la razón a Schopenhauer. El episodio pasó
desapercibido para el resto de la humanidad, pero para Schopenhauer significó
una victoria magnífica que jamás en toda su vida iría a olvidar.
Envalentonado por
el triunfo frente al “dictador de la cátedra”, Schopenhauer decidió ofrecer su
curso los mismos días y en el mismo horario en que Hegel daba sus clases en el
aula contigua. Mientras los oyentes de Hegel, llegados desde los cuatro puntos
cardinales de la Europa culta, desbordaban el recinto, solo cinco alumnos se
inscribieron para el curso de Schopenhauer. Frente a tan rotundo fracaso,
Schopenhauer sentenció: “La posteridad es el tribunal de casación de los
juicios de los contemporáneos”, y abandonó para siempre la docencia
universitaria, no sin antes agregar a su larga lista de enemigos a los “incautos
alemanes” de su época.
No hay comentarios:
Publicar un comentario