¿Por qué existe el mal? O, mejor
aún, ¿Si Dios existe, de dónde el mal? Esta es una cuestión que ha buscado
solución en las mentes más lúcidas de la humanidad. A esta inquietud lacerante
suele conocérsela como “La paradoja de
Epicuro”, pues a este filósofo se la atribuyó verosímilmente la Antigüedad.
Reza del siguiente modo:
1.- O Dios quiere evitar el mal y no puede (entonces no es omnipotente)
2.- O Dios puede pero no quiere (entonces no es bondadoso)
3.- O no quiere y no puede (entonces no es ni
omnipotente ni bondadoso)
4.- O puede y quiere (pero sabemos que no es así ya que
el mal existe).
Se han ensayado variadas y disímiles respuestas. Las teodiceas, que etimológicamente significan “justificación de Dios”, son escritos que pretenden demostrar que no son contradictorias la existencia simultánea del mal y de un Dios omnipotente y omnibenevolente (muy muy bueno, digamos). Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y Leibniz se aventuraron por estos caminos y todos se perdieron en galimatías inextricables y fabulosos.
La carta de Pablo a los romanos enseña que es vano todo intento por escrutar los designios del Señor, pues
estos son insondables ante los ojos de los hombres; y el Libro de Job sentencia que Dios
no necesita justificarse ante los hombres, pues su infinito poder lo exime
de esbozar alegatos ante un juez tan enclenque, desdeñable y exiguo como el
Hombre. Pero aún así, ante la muerte inopinada, ante la injusticia del
poderoso, ante la enfermedad sañuda, ante la esquiva mirada del ser amado que
nos rechaza, en fin, ante el mal, los
ecos de la herética pregunta resuenan estentóreos.
Hume arriesgó la hipótesis de que este mundo es en realidad la hechura de un dios subalterno, de un dios casi niño, que avergonzado por las burlas de los dioses mayores ante la deficiencia de su obra, la dejó inconclusa y maltrecha.
La respuesta en la que más quiero
creer es la que dio Nietzsche: “Únicamente
como fenómeno estético puede justificarse la existencia del mundo”. Él postula
la existencia de un Dios que, acuciado por la sobreplenitud de su ser y atormentado
en razón de sus infinitos y profusos atributos, se disgrega en la multiplicidad
de las cosas existentes. Es un dios-artista que crea mundos para desembrazarse del sufrimiento que le provocan las
antítesis en él acumuladas.
Como había dicho antes Mainländer, es un dios que por el hastío que le provoca su propia perfección decide suicidarse. Ese dios-artista crea el universo y los mundos, y las plantas y los animales y las personas, que no son otra cosa que una obra de arte compuesta por fragmentos divinos destinados a perecer en el lento suicidio del dios originario.
Como había dicho antes Mainländer, es un dios que por el hastío que le provoca su propia perfección decide suicidarse. Ese dios-artista crea el universo y los mundos, y las plantas y los animales y las personas, que no son otra cosa que una obra de arte compuesta por fragmentos divinos destinados a perecer en el lento suicidio del dios originario.
Y dijo Yahvé: “¿Quién es
ese que oscurece mis designios y habla de lo no sabe? ¿Dónde estabas tú cuando
yo fundaba la tierra? ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Es sabiduría
contender con el Omnipotente? ¿Serás tú quien firmará mi sentencia y me
condenarás para afirmar tus derechos?”
Schopenhauer me condujo aquí.
ResponderEliminarUna hermosa sorpresa en esta tarde monótona y no exenta de angustia.
Gracias por tus escritos.
Gracias a vos por tu lectura y por tus palabras. Espero que el genio de Schopenhauer te haya iluminado. Saludos!
ResponderEliminarya que el título se llama Mysterium Iniquitatis, el intento de la sola explicación racional filosófica, omite que el mismo término conduce a una cuestión teológica. La cuestión debe resolverse a los ojos de la fe y no a los de las limitadas percepciones humanas. Quien no cree en el dogma del pecado original, difícilmente entienda la existencia del mal. No obstante eso, las preguntas están planteadas omitiendo la alternativa correcta que no tiene que ver con el querer o el poder, sino con el permitir.
ResponderEliminarPor último, Nieztche a pesar de sus geniales intuiciones, yerra al atribuirle al Creador características propias de la creatura.
La búsqueda de la verdad debe empezar por quien es la Verdad Encarnada.
Saludos
Tu perspectiva enriquece la lectura de esta entrada. Gracias
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