“El
que no quiera trabajar, que no coma”, es la exhortación draconiana con que el
apóstol Pablo se dirige a los cristianos de Tesalónica; ya que no era el caso
de andar por ahí incumpliendo las penalidades con que el dios
veterotestamentario supo castigar al género humano por haber mordisqueado la
manzana del orgullo y la vanidad. Pero en el decurso de lo humano nada es tan
simple como pudiera parecer, y desde siempre han existido aquellos individuos
más o menos numerosos que ostentaron la inefable cualidad de eludir los rigores
del trabajo, traspasando su carga a los ajenos hombros de sus prójimos más desprevenidos.
Claro que estas malabarezcas maniobras de evasión
sólo pudieron germinar en un suelo previamente abonado por calculadas ideologías
de dominación mercantil. Frases “hipnopédicas” tales como “El trabajo es salud”, o “El trabajo dignifica”, fueron forjadas con
el objetivo malicioso de trocar una maldición divina en supuesta bendición, y que
a la postre no hacen más que sumir en la miseria a la mayoría de los hombres, a
la par que sostienen el despilfarro pasmoso de las clases acomodadas, o “clases
ociosas”, como las llamara Thorstein Veblen. Tras estos geniales pases de
prestidigitación retórica, masas ingentes de criaturas humanas sacralizan el
trabajo, olvidadas para siempre de aquel sermón en las montañas que intentaba
redimirnos de las antiguas cadenas adámicas, del modo siguiente: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis
de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir”.
Escribo en la esperanza, tal vez demasiado ingenua, de que los ecos de la potente voz del
galileo retumben en nosotros cada día, para recordarnos a las aves del cielo y
a los lirios del campo, que no siembran ni cosechan, ni trabajan ni hilan, ni
se afanan por el día de mañana. Tengamos presente que “No existe mayor equivocación que consumir la mayor parte de la vida en
ganarse el sustento”, según supo decirlo en su hora H.D. Thoreau, pues “nada
hay más opuesto a la poesía, a la filosofía, a la vida misma, que este incesante
trabajar”.
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